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El sustrato arquitectónico representante del control, aquel que en otra época marcaría la iglesia construyendo las casas del gigante invisible que todo lo veía, hoy ha sido sustituido por unas enormes colmenas de cristal que se forman como fragmentos hiper-telecomunicados de una sola ciudad fragmentada dentro de las grandes capitales. Esta característica recuerda la definición que Pascal ofreció de dios. Para este filósofo dios es un círculo cuyo centro está en todas partes. El poder, o más bien el lugar del poder según este paradigma, sería un lugar en todos los lugares. Este aspecto marca una diferencia de la centralidad que otorga el poder habitualmente a la capital situada en el centro de un país, pero también del federalismo que coloca pequeñas capitales por doquier. Si concebimos el poder partiendo de la perspectiva teológica de Pascal nos encontraríamos entonces con una tipología del poder fragmentada en su forma física, pero unificada en un estado virtual, un estado como el que hoy día forma la telecomunicación. El reflejo se convierte en el lenguaje de ese paisaje sin nacionalidad. La ciudad comando, fragmentada por las grandes capitales, es habitada por una elite global que se muestra con una lengua propia en su estructura. Una lengua confusa y mimetizada, donde no es fácil distinguir que es realidad y que es ilusión.
Paris, Berlín, Londres y Frankfurt 2003-2005
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